domingo, marzo 13, 2011

Una promesa

Las 2:15 am.

Era prácticamente una visión que dos niños de trece años vagaran solos a sendas horas de la madrugada en pleno sábado de gloria, donde las calles eran lúgubres, solitarias, y donde la gente ya estaba bajo los efluvios del alcohol.

Ahí estaba con él, y sabía, realmente en el fondo del corazón sabía que será la última vez que nos veríamos como novios. Pero me sentía segura a su lado como antes nunca me había sentido. Podría haberme sacado el corazón en ese instante porque jamás volvería a besarle los labios. Nunca más.

Yo también podía sentir lo mismo de su parte, y sin embargo, la única que tenía sus ojos empapados en lágrimas era yo: en definitiva él siempre ha sido más fuerte. Tomó mi mano con fuerza al dar la vuelta de la última cuadra. Yo la apreté suavemente.

El último beso me supo a sal, porque en el último instante pude sentir cómo se separaba mi alma de una manera bestialmente dolorosa, y cómo a él le dolía dejarme sola de nuevo, porque al día siguiente se marcharía, y porque la noche siempre había sido la hora del día favorita de ambos. La hora de dos niños de trece años, donde sólo había manos entrelazadas, tres besos y el todo el amor de una vida.

Me gustaba besar su frente, aunque eso significara pararme en la banqueta y aún así ponerme de puntillas. Pero esta vez besé sus ojos con delicadeza, donde también dos lágrimas esperaban el roce de mis labios para secarlas.

-¿Estaremos juntos siempre? -le pregunté cuando limpió mis lágrimas y me apretó contra su pecho, aferrándose no sólo a mí, sino a ese instante.

-Por supuesto, nunca te dejaré sola. No importan la distancia...

-Por el resto de nuestras vidas ¿quizá? Porque yo te amaré toda mi vida.

Él, con su sonrisa de niño, asintió.

-Yo también te amaré toda mi vida -dijo acomodando mi cabeza sobre su corazón, donde ya se había quedado parte del mío

Lo curioso es que, después de tantos años de ese día, seguimos hablando de amor... cada quien con una nueva persona en su vida, con una nueva ilusión. Y entre nosotros... también hay amor, pero el amor tan puro como de dos hermanos y de manera recíproca. Qué extraño. Pero no me arrepiento de cómo pasaron las cosas, porque en una persona encontré lo que apenas 20 nunca podrían haberme dado, y a una corta edad.

Aún más curioso es la forma en que él está cumpliendo esa promesa de no dejarme sola, y la manera en que yo jamás le he dejado de amar.