domingo, septiembre 26, 2010

Destino: La eternidad

Recuerdo cuando solía escribir fan fictions de Harry Potter, los cuales para mi inmensa desgracia se perdieron en algún lado del limbo... en especial ese de "Draco & Hermione" que me tomó dos años y medio hacerlo, lo empecé a los 11 años y lo terminé a los 13... es el que realmente más lamento haber perdido, junto a "La Historia Secreta de los Malfoy" que marchaba excelentemente...


Sin embargo, también debo dar a la luz nuevas situaciones, en este caso, también me gusta Crepúsculo... en especial siento un cariño inmenso por los Quileutes, ya que yo también tengo sangre indígena por parte de una de mis abuelas y me identifico. Además que Jacob Black y yo tenemos muchísimas cosas en común que me han llevado al grado que mi mejor amigo me dice "Hey, Cora, eres un Jacob en niña".


El siguiente fan fiction lo envié a un concurso de Crepúsculo, y había quedado de los finalistas... No es que me queje de no haber ganado, pero el ganador fue espantoso. Habían estado mejor el segundo o tercer lugar, porque el primero realmente estaba HORRIBLE.


A continuación, el fan fiction =), narrado desde la perspectiva de Bella

¿No hace falta recordar que los personajes no me pertenecen, sino a Stephenie Meyer, verdad? Sólo la trama es de mi autoría. Si te llegase a gustar, por favor, aparte de dejar un comentario, si la tomas, favor de no "adueñártela".

Dicha historia fue hecha en Diciembre del 2008.
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Noventa años para una vida normal significan demasiado, para otra, atiborrada de cosas extraordinarias, es demasiado poco.

Para mí, la vida me ha significado apenas un instante.

Setenta y un años después de mi boda, Edward Cullen y yo nos amamos más que en un principio. ¿La razón? No creo conocerla, no sé si la comprenda, sólo sé que vivo en esa razón y esa realidad que a veces brilla con el color de la fantasía: sin igual. Soy inmensamente feliz, aunque mi alegría se vería aún mejor condimentada con la sonrisa eterna de un chico que murió para pagar mi propia existencia: fue un dolor apenas soportable el haber perdido a Jacob Black, mi mejor amigo. Cuando Jacob se interpuso al ataque de Aro Vulturi, quien regresó junto a su clan con la intención de beber mi sangre, mi licántropo favorito fue como un escudo en apariencia irrompible, pude ver cómo se desmoronaba su cuerpo, cual cristal de azúcar: a pedacitos, luchando vanamente con sus musculosos brazos que, al lado de la fuerza de un vampiro antiguo, parecían de trapo viejo. Fue de las muy contadas ocasiones en que Jacob me pareció frágil.

Como yo lo era, como yo lo soy.

La nieve cae allá afuera. Mi familia, los Cullen, están todos alrededor de mi cama, Alice y Edward junto a mí. Mi amado ángel con los ojos torturados, su cara está desfigurada por un sentimiento que identifico como tristeza, una más allá de la comprensión humana. Alice, con su esbelta figura de bailarina, parece derrotada, como si sus zapatitos estuvieran rotos, como si no pudiera volver a bailar en un largo tiempo. Esme me ve con angustia y Carlisle toma el hombro de su hijo: el claro ejemplo de amor paternal. Jasper y Rosalie me miran como si jamás me hubieran visto, como si no creyeran lo que pasa, y a Emmett parece que todas sus bromas y risas hayan salido al invierno, allí, a congelarse.

Siento el hielo que recoge mis manos ahora apergaminadas, pero no es hielo, son las manos de Edward, me acunan y me estremezco, más por pasión y añoranza que por sensibilidad. Si hay algo que rehúso a abandonar son las dos manos gélidas de mi ángel, sus labios, su cabello…

Me estoy muriendo.

Mi vida está concluyendo y me doy cuenta que viví en un cuento de hadas que resultó ser real: viajé por casi todo el mundo, hice una carrera en biología y una en filosofía, Edward hizo las mismas, sumando una en medicina, para cuidarme ahora que soy vieja. Supe que hablaba enserio cuando me dijo que no importaban las arrugas que surcaran mi cara y mi cuerpo entero: conocí a un ser perfecto en la tierra, el ser perfecto me amó, cumplió sus promesas, jamás me abandonó y estuvo ahí para capturarme en sus brazos de acero cuando perdí a los demás seres que quise. No creo que me hiciera falta el haber tenido un hijo, si no era de Edward ni era ahijado de Jacob. Así las leyes naturales humanas no funcionaban conmigo.
Si algo odiaba de ser vieja, era que me trataran con más pulcritud que en mi adolescencia. Edward aprieta mi mano, y el último latido de mi corazón hace un anuncio estrepitoso: me quedan sólo unos segundos de vida.

-Te amo, Edward Anthony Masen Cullen

Lo último que vi fue su rostro, el rostro de un ángel caído.



Estoy como en un prado luminoso. Levanto mis manos, pero no son mis manos: son las de Isabella Cullen cuando tenía 17 años. Alrededor, muchas personas que pasaron por mi vida me sonríen desde varios lugares, mis padres saludan con entusiasmo, y todos terminan señalándome seguir adelante, como si yo pudiera sin tener a Edward a mi lado: es como volver a morir. Al fondo hay una larga cabellera negra de una estatura que me parece kilométrica.

-¡Jake! –corro y lo abrazo –te he extrañado, Jake. Tantos años ¡tantos!

-¿A quién más puedo molestar que no seas tú y tu estatura de gnomo? –ríe, me toma de la mano –Caminemos un rato, tienes que ir conmigo a tu destino.

-Sin Edward no hay destino para mí –atrás, las personas de mi vida nos siguen

-Hay cosas por las cuales debes seguir, Edward siempre va a estar contigo –más adelante hay una figura delgada pero de una altura perfecta. ¿Acaso me olvidé de alguien? -¡Oye, tú, sanguijuela! –grita Jacob de modo anímico

¿No ese era el lenguaje para…? ¡Sí, era él! Aún más perfecto: aunque su piel no brillara más en la luz como los diamantes, mi corazón volvió a latir. Jacob soltó mi mano, y corrí hacia mi destino: Edward Cullen. Sonreía sublimemente.

-Se me olvidó darte tu corazón –dijo después de un largo beso -Tus teorías sobre mi alma eran correctas. Aquí me tienes ahora, para jamás separarme de ti.

-¿Quiere decir que te destruiste? ¿Y Alice, Emmett, Carlisle…?

-“Destruir” no es la palabra correcta, simplemente vine a reunirme contigo. Lo que respecta a mi familia aún tienen mucho qué hacer en sus vidas, así que quizá pasen unos siglos antes de verlos de nuevo. No te preocupes: el tiempo puede tardar, mas no detenerse.

Lo abracé nuevamente. De manera indudable, ése era mi destino: sus preciosos ojos, ahora de color verde, me indicaron que estaba frente al Edward de 1918, el que siempre sería joven, al igual que yo. Ahora mi mano se vio cubierta por la mano de Edward (ahora cálida, no más gélida), y caminamos junto hacia la eternidad, donde yacía nuestro destino.

1 comentario:

  1. Cory, sinceramente creo que el tuyo fue el que tuvo que haber ganado aquel mentado concurso, pero bueno ¿que decir? algo habia mal en todo aquello.
    De verdad, te felicito, tienes una manera sumamente bella de escribir.
    Creo que esta es la milésima vez que te digo que este fic me ENCANTA.
    Besos,
    tu nuera.

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